Criar hijos ajenos, práctica frecuente
José Olmos, Marjorie Ortiz y Carlos Galecio
El reencuentro de las hermanas Andrea y Marielisa, gemelas que al nacer fueron separadas y vivieron catorce años en hogares distintos, refleja cómo en el Ecuador es tan fácil inscribir a niños ajenos.
El caso del reencuentro de las gemelas Marielisa y Andrea, de El Triunfo (Guayas), separadas cuando nacieron y que se reencontraron hace un mes, a los 14 años, luego de vivir en hogares distintos, pone en evidencia que en el país cualquier persona puede inscribir a un niño, así sea ajeno, como hijo suyo.
Hay decenas de familias que, por ejemplo, han criado niños regalados y que hoy llevan sus apellidos.
Marielisa, de figura menuda, ojos vivaces e hinchados, probaba el micrófono de un equipo de amplificación que un conocido suyo instalaba a las 14:30 del pasado jueves en los exteriores de la edificación de dos pisos donde ella reside y funciona además la clínica Romo, en la salida de El Triunfo (Guayas) hacia La Troncal.
“Mis padres biológicos están haciendo una marcha y hasta dicen que van a venir a tirar piedras a la clínica de mis papás, los doctores Romo García. Les voy a decir por el micrófono que me dejen vivir en paz”, decía la menor, de 14 años.
A esa hora, en la salida de El Triunfo a Guayaquil, Augusto Freire y Petita Peñaherrera, padres biológicos de Marielisa, se aprestaban a presidir una marcha junto a un centenar de vecinos y conocidos, “para exigir justicia y pedir castigo contra quienes me robaron a mi hija”. Se refería a los Romo García, quienes –según dice Freire– sin su consentimiento se quedaron con una de las gemelas que Petita trajo al mundo hace 14 años y a la que inscribieron en el Registro Civil como su hija. Ambas chicas, por casualidad, se reencontraron hace casi un mes.
Freire afirmaba eufórico que va a exigir al Juez IV de la Niñez y Adolescencia de Milagro, que lleva el caso de reunificación familiar, que les obligue a los Freire a entregar a Marielisa.
“No me importa lo que tenga que hacer”, afirmaba el hombre, quien reconocía ser parte de la congregación Creciendo en Gracia, una secta que se declara anticristo y lleva la marca 666 en el cuerpo, uno de los motivos por los que Marielisa se niega a verlos.
El hombre insistía además en que no descansará hasta ver presos a los Romo García, a quienes denunció en la Fiscalía de Milagro por plagio y falsificación de documentos, al haber inscrito supuestamente en forma ilegal a la menor, aunque ellos, que el día de la marcha estaban siendo atendidos por un cardiólogo, expresan que lo hicieron porque la niña fue abandonada en su clínica.
La marcha del jueves llegó hasta la vivienda donde reside Marielisa. Ella, por los altoparlantes les decía a sus padres biológicos y acompañantes que deseaba quedarse en el hogar y con la familia que vive desde hace catorce años. Pedía que piensen en su felicidad.
Ese mismo deseo expresa Jessy Marcelo Monroy, juez IV de la Niñez y Adolescencia de Milagro. “Los problemas entre padres que lo ventilen los jueces penales, pero no se les puede quitar la tranquilidad a las dos hermanas. Debe haber un proceso de reunificación con ayuda profesional... Por ahora, la niña (Marielisa) decidió quedarse con quienes se crió y eso, según el Código de la Niñez, se debe aceptar en forma obligatoria”, menciona el juez.
Al caso de Marielisa, sin dejar de ser novelesco y por el que una revista británica –según el padre biológico– “ofreció comprar los derechos”, no es único en el país. Hay cientos de casos de niños regalados, encontrados abandonados y hasta plagiados, que han sido inscritos en el Registro Civil como si fueran sus hijos, por padres caritativos, por quienes nunca han podido procrear o los han hecho suyos con engaños.
“Madre no es quien pare, sino quien cría”. Esta frase de Karen, una de cuatro hermanas regaladas por sus padres e inscritas con apellidos de otras familias, es el justificativo de quienes tienen como suyos a niños ajenos, algo no reconocido por la ley. Karen, de 16 años, reside en Calceta (Manabí) y lleva el apellido Zambrano Solórzano, de sus padres sustitutos, con quienes vive desde que tenía 1 año.
Doña Catalina, de 53 años, es la madre de crianza de Jorge, un niño de 6 años que llegó a su hogar en el 2005 traído por Jorge Ricardo, uno de sus hijos naturales. Vive en Vernaza (Salitre) con Jorgito, nombre que le dieron al pequeño. Otros casos de niños regalados son, por ejemplo, el de Betty, una mujer que desde los nueve meses cría a Tatiana, una niña de 9 años y raza negra, a la que –según vecinos– ella la maltrata.
O el de Lucía, una maestra de 47 años, que trajo a una bebé desde Ambato a Guayaquil, refiere, regalada por los padres de la menor. O el de Norma Bravo, en Jama (Manabí), quien tiene como su hija a Rosita Amalia, de 7 años.
En Manta, Manabí, reside Cecilia Mabel, de 22 años, quien se inscribió con los apellidos Cevallos Bravo recién en marzo de este año, porque necesitaba la cédula para matricular a uno de sus cuatro hijos en la escuela. Dice que pagó $ 100 por el trámite de inscripción.
Registrar a un menor, sea o no hijo biológico, no es complicado en el Ecuador. Aunque en el Registro Civil solo los padres pueden hacerlo, cualquier persona que obtenga un certificado de nacimiento (nacido vivo) puede ser reconocido como padre o madre. Esto hace que la corrupción aparezca en esta situación, opina Fernando Barzallo, funcionario y ex presidente de la Asociación de Empleados del Registro Civil del Guayas.
El funcionario plantea la posibilidad de que algunos médicos puedan otorgar los certificados a cambio de dinero.
Marcela Frugone, trabajadora social y miembro de la Comisión Nacional de Asignación de Adopciones, señala: “Regalar niños es una práctica bastante común en sectores populares, es una práctica voluntaria, generalmente de madres que están en situaciones de pobreza. En las zonas rurales es común escuchar: yo me crié con una madrina, es como encomendar a alguien al cuidado de un hijo”.
Esta práctica hace que muchos de los casos estén ligados a maltrato infantil. Por ejemplo, en el Guasmo (sur de Guayaquil) –cita Frugone– se localizó a un niño de un año siete meses que pesaba siete libras y la persona que lo criaba lo tenía amarrado de manos y pies para que no se ensucie al gatear cuando la madre de crianza salía a la calle.
En Guayaquil cada año hay unos 10 o 12 niños declarados en abandono, pero de las provincias no se conocen casos, esto es porque allí no es común abandonar a los hijos sino que se acostumbra a “encargar” o regalar, sin que medie ninguna institución, dice la Frugone.
Nicolás Astudillo, psicólogo del Innfa, opina que regalar un niño es un delito, la persona que lo tiene no puede decir que la mamá lo regaló, porque es la autoridad, después de un proceso, la que otorga la adopción, de lo contrario el niño estaría en calidad de secuestrado. “Usted puede decir que le regalaron, pero quién dice que usted no lo secuestró”, indica.
El artículo 70 de la Ley de la Niñez y la Adolescencia cataloga el tema como delito de tráfico de niños con el propósito de utilizarlos en la prostitución, explotación sexual o laboral, servidumbre, adopciones ilegales u otras actividades ilícitas.
Sin embargo, los padres que cuidan niños regalados lo ven como algo común y, en ciertos casos, desconocen que sea un delito inscribirlos con sus apellidos. Y los menores, como Marielisa, de El Triunfo, o Karen, de Calceta, solo piden les dejen ser felices. “Si alguien me dijera que me separe de mis padres (sustitutos) eso no lo haré nunca”, afirma Karen, al comentar el caso de Marielisa.
El caso del reencuentro de las gemelas Marielisa y Andrea, de El Triunfo (Guayas), separadas cuando nacieron y que se reencontraron hace un mes, a los 14 años, luego de vivir en hogares distintos, pone en evidencia que en el país cualquier persona puede inscribir a un niño, así sea ajeno, como hijo suyo.
Hay decenas de familias que, por ejemplo, han criado niños regalados y que hoy llevan sus apellidos.
Marielisa, de figura menuda, ojos vivaces e hinchados, probaba el micrófono de un equipo de amplificación que un conocido suyo instalaba a las 14:30 del pasado jueves en los exteriores de la edificación de dos pisos donde ella reside y funciona además la clínica Romo, en la salida de El Triunfo (Guayas) hacia La Troncal.
“Mis padres biológicos están haciendo una marcha y hasta dicen que van a venir a tirar piedras a la clínica de mis papás, los doctores Romo García. Les voy a decir por el micrófono que me dejen vivir en paz”, decía la menor, de 14 años.
A esa hora, en la salida de El Triunfo a Guayaquil, Augusto Freire y Petita Peñaherrera, padres biológicos de Marielisa, se aprestaban a presidir una marcha junto a un centenar de vecinos y conocidos, “para exigir justicia y pedir castigo contra quienes me robaron a mi hija”. Se refería a los Romo García, quienes –según dice Freire– sin su consentimiento se quedaron con una de las gemelas que Petita trajo al mundo hace 14 años y a la que inscribieron en el Registro Civil como su hija. Ambas chicas, por casualidad, se reencontraron hace casi un mes.
Freire afirmaba eufórico que va a exigir al Juez IV de la Niñez y Adolescencia de Milagro, que lleva el caso de reunificación familiar, que les obligue a los Freire a entregar a Marielisa.
“No me importa lo que tenga que hacer”, afirmaba el hombre, quien reconocía ser parte de la congregación Creciendo en Gracia, una secta que se declara anticristo y lleva la marca 666 en el cuerpo, uno de los motivos por los que Marielisa se niega a verlos.
El hombre insistía además en que no descansará hasta ver presos a los Romo García, a quienes denunció en la Fiscalía de Milagro por plagio y falsificación de documentos, al haber inscrito supuestamente en forma ilegal a la menor, aunque ellos, que el día de la marcha estaban siendo atendidos por un cardiólogo, expresan que lo hicieron porque la niña fue abandonada en su clínica.
La marcha del jueves llegó hasta la vivienda donde reside Marielisa. Ella, por los altoparlantes les decía a sus padres biológicos y acompañantes que deseaba quedarse en el hogar y con la familia que vive desde hace catorce años. Pedía que piensen en su felicidad.
Ese mismo deseo expresa Jessy Marcelo Monroy, juez IV de la Niñez y Adolescencia de Milagro. “Los problemas entre padres que lo ventilen los jueces penales, pero no se les puede quitar la tranquilidad a las dos hermanas. Debe haber un proceso de reunificación con ayuda profesional... Por ahora, la niña (Marielisa) decidió quedarse con quienes se crió y eso, según el Código de la Niñez, se debe aceptar en forma obligatoria”, menciona el juez.
Al caso de Marielisa, sin dejar de ser novelesco y por el que una revista británica –según el padre biológico– “ofreció comprar los derechos”, no es único en el país. Hay cientos de casos de niños regalados, encontrados abandonados y hasta plagiados, que han sido inscritos en el Registro Civil como si fueran sus hijos, por padres caritativos, por quienes nunca han podido procrear o los han hecho suyos con engaños.
“Madre no es quien pare, sino quien cría”. Esta frase de Karen, una de cuatro hermanas regaladas por sus padres e inscritas con apellidos de otras familias, es el justificativo de quienes tienen como suyos a niños ajenos, algo no reconocido por la ley. Karen, de 16 años, reside en Calceta (Manabí) y lleva el apellido Zambrano Solórzano, de sus padres sustitutos, con quienes vive desde que tenía 1 año.
Doña Catalina, de 53 años, es la madre de crianza de Jorge, un niño de 6 años que llegó a su hogar en el 2005 traído por Jorge Ricardo, uno de sus hijos naturales. Vive en Vernaza (Salitre) con Jorgito, nombre que le dieron al pequeño. Otros casos de niños regalados son, por ejemplo, el de Betty, una mujer que desde los nueve meses cría a Tatiana, una niña de 9 años y raza negra, a la que –según vecinos– ella la maltrata.
O el de Lucía, una maestra de 47 años, que trajo a una bebé desde Ambato a Guayaquil, refiere, regalada por los padres de la menor. O el de Norma Bravo, en Jama (Manabí), quien tiene como su hija a Rosita Amalia, de 7 años.
En Manta, Manabí, reside Cecilia Mabel, de 22 años, quien se inscribió con los apellidos Cevallos Bravo recién en marzo de este año, porque necesitaba la cédula para matricular a uno de sus cuatro hijos en la escuela. Dice que pagó $ 100 por el trámite de inscripción.
Registrar a un menor, sea o no hijo biológico, no es complicado en el Ecuador. Aunque en el Registro Civil solo los padres pueden hacerlo, cualquier persona que obtenga un certificado de nacimiento (nacido vivo) puede ser reconocido como padre o madre. Esto hace que la corrupción aparezca en esta situación, opina Fernando Barzallo, funcionario y ex presidente de la Asociación de Empleados del Registro Civil del Guayas.
El funcionario plantea la posibilidad de que algunos médicos puedan otorgar los certificados a cambio de dinero.
Marcela Frugone, trabajadora social y miembro de la Comisión Nacional de Asignación de Adopciones, señala: “Regalar niños es una práctica bastante común en sectores populares, es una práctica voluntaria, generalmente de madres que están en situaciones de pobreza. En las zonas rurales es común escuchar: yo me crié con una madrina, es como encomendar a alguien al cuidado de un hijo”.
Esta práctica hace que muchos de los casos estén ligados a maltrato infantil. Por ejemplo, en el Guasmo (sur de Guayaquil) –cita Frugone– se localizó a un niño de un año siete meses que pesaba siete libras y la persona que lo criaba lo tenía amarrado de manos y pies para que no se ensucie al gatear cuando la madre de crianza salía a la calle.
En Guayaquil cada año hay unos 10 o 12 niños declarados en abandono, pero de las provincias no se conocen casos, esto es porque allí no es común abandonar a los hijos sino que se acostumbra a “encargar” o regalar, sin que medie ninguna institución, dice la Frugone.
Nicolás Astudillo, psicólogo del Innfa, opina que regalar un niño es un delito, la persona que lo tiene no puede decir que la mamá lo regaló, porque es la autoridad, después de un proceso, la que otorga la adopción, de lo contrario el niño estaría en calidad de secuestrado. “Usted puede decir que le regalaron, pero quién dice que usted no lo secuestró”, indica.
El artículo 70 de la Ley de la Niñez y la Adolescencia cataloga el tema como delito de tráfico de niños con el propósito de utilizarlos en la prostitución, explotación sexual o laboral, servidumbre, adopciones ilegales u otras actividades ilícitas.
Sin embargo, los padres que cuidan niños regalados lo ven como algo común y, en ciertos casos, desconocen que sea un delito inscribirlos con sus apellidos. Y los menores, como Marielisa, de El Triunfo, o Karen, de Calceta, solo piden les dejen ser felices. “Si alguien me dijera que me separe de mis padres (sustitutos) eso no lo haré nunca”, afirma Karen, al comentar el caso de Marielisa.
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